Experimento 1 MANO IZQUIERDA

Creo que hasta las 5 años desarrollé una extraña identidad con el género masculino. Tal vez por aquello de tener hermano mayor y conocer antes el gusto por las canicas que por las muñecas, gusto que no recuerdo haber tenido nunca tanto como por los juegos callejeros. Pobre de mi hermanita que llegó cuando ya no había nada que hacer conmigo que evadía un juego con Barbies. Todo esto para explicar que a mis 10 años prefería estar brincando en la calle, de manera femenina, pero al fin y al cabo brincando, lo cual ocasionó mi ingreso al mundo de los huesos rotos, padres preocupados, síntomas desubicadores y todo tipo de confusiones. Todo ocurrió una tarde de juego con mis amigos de barrio. Mientras mi mejor amiguita practicaba gimnasia en la liga, yo lo hacía a mi manera en el muro de la cuadra trasera. Mientras mi amiguita caía en colchonetas, yo lo hacía en el césped pero con la amiga más pesada cayéndome encima lo cual sólo podía terminar en fisura de radio derecho  que parecía más bien fractura de antebrazo por el tamaño de la hinchazón acompañada de su respectivo hematoma. Por pura coincidencia, mi amiguita también se fracturó en su práctica en la liga de gimnasia lo cual nos llevó a estar ambas con nuestras manos derechas impedidas y obligadas a parar o a desarrollar la habilidad de escribir con nuestra mano izquierda. LO HICIMOS. No podemos negar lo divertido que fue, tener nuestro yeso a la edad que cualquier niño quiere tenerlo y llenarlo de mensajes y además, el reto de escribir con la mano no dominada. Así fue la historia de mi mano izquierda que primero por necesidad y décadas después por reto volví a activar entendiendo que la mente domina el cuerpo y le ordena qué hacer y cuándo hacerlo. Condición del ser humano con voluntad.

Comentarios